miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando sea mayor...

En esta sociedad, el culto a la juventud ha llegado a sus cotas más altas. En esta sociedad, el liderazgo de los hombres es el que impera.

¿Qué sucede entonces con las mujeres maduras? No son hombres y no son jóvenes, así que tienden a desaparecer. A desaparecer porque dejamos de verlas, porque no nos fijamos en ellas. Cuando por fin maduramos y dejamos de estar royas (como se dice en León a la fruta verde) ya no somos tan interesantes. 

Una mujer que consigue llegar a la menopausia se merece una fiesta, tiene mucho que celebrar y tiene mucha fuerza para hacerlo.
Su cuerpo ya no tiene que invertir energía cada mes para prepararse para recibir una nueva vida en su interior.
Es el momento en el que el útero se comba para convertirse en el cuenco que recibe toda la Creatividad del Cielo, lo que gesta son los proyectos y las ideas, lo que da a luz son planes en los que desarrollarse, algo nuevo y diferente para esta humanidad cansada de repetir lo mismo una y otra vez.


Hablamos de mujeres independientes económicamente, que se han formado y desarrollado una red de amistades, que se conocen y se valoran, que deciden cómo y con quién viven la vida, que han aprendido de las experiencias, muchas veces amargas, en este nuevo mundo en el que no tenían referentes ni referencias, abriendo sendas para las que venimos detrás.

Esas son las mujeres en las que me fijo cuando miro hacia delante, una de esas mujeres es la que aspiro a ser. 
Veo el brillo de sus ojos, el blanco de sus cabellos, la suavidad de sus rostros que las arrugas enmarcan de tanto reír y cuando deje de ser una cría me pido ser como ellas.

Para que haya más mujeres de esas mañana, hoy tenemos que aprender un montón de cosas:
No somos iguales que ellos, porque no pensamos, ni sentimos ni hacemos cómo ellos. Así que cuando tengamos la oportunidad de hacer algo que hasta entonces no había hecho una mujer o no lo había hecho como una mujer, lo haremos como mujeres, con nuestras cualidades, con nuestras formas, escuchando lo que dice el interior y no las voces que imponen desde fuera, Así al llegar al techo de cristal, ese que dificulta que las mujeres sigan ascendiendo en mundo laboral, que es tan duro como una pared de piedra, desaparezca, se diluya entre cuidados y detalles.
Formándonos en lo que nos gusta, en lo que podemos aportar y ofrecer a los demás para que nuestra labor sea nuestra pasión y el dinero que recibimos por ello nos permita libertad de movimiento.
Teniendo amig@s, y más amigas, mujeres que nos acompañen, que nos entiendan, con las que compartir sin lucha, ni envidia ni competencia. Aunque tengamos pareja no nos podemos aislar, una relación puede culminar pero la amistad no se termina. Los amigos y disfrutar de la vida con ellos hace que no dependamos de las palabras de elogio de quién se levanta al otro lado de la cama por las mañanas. las relaciones íntimas, con altibajos y marrones de distintos oscuros, no son el pilar fundamental sobre el que se mantiene el ánimo.
Decidiendo si tener hijos o no, porque la humanidad no necesita seguir reproduciéndose para subsistir, si no que la descendencia sea el fruto del amor, a quién custodiar hasta que se valga y al que criar con nuevos valores.
Buscando la belleza, contemplar lo que me rodea y ver lo bonito que hay, porque cuando veo lo bello descubro lo bello que hay en mi, ya no tienen que contarme desde fuera qué es bonito, ya no tienen que venderme unos estándares en los que no tengo cabida porque no se los voy a comprar, porque la belleza no es adquirida, no me la dan sus ropas ni productos, mi belleza emana del interior y pintarse la cara o teñirse las canas es una elección y no imposición de ocultar lo que no se lleva.
cuadro de Aleah Chapin

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